Pongamos...
Una vela, por favor. O dos, y de paso cerillas, o un mechero. que éste lugar es oscuro y frío y no sé por dónde pisar. Podría haber jurado que conocía este sitio como la palma de mi mano, que ésta era mi casa, que no necesitaba luces, ni mapas, ni ruidos para guiarme. me equivocaba. No conozco este lugar. Éste sitio, ésta casa, ésta almohada, éstas mantas y éstas paredes, incluso el suelo y el monstruo de debajo de la cama. Son tan extraños que dudan incluso de mi. Es una habitación de hotel donde no eres más que un invitado, es un lecho de paso del que te marcharás a la mañana siguiente, es esa soledad que te tiene una emboscada cuando estás más acompañado, es esa sensación que te recuerda que no perteneces aquí, que estás de prestado, que éste no es tu hogar. Y ahora, mirando al techo enmohecido con goteras de olvido y abandono, me doy cuenta de que no es éste el sitio en el que quiero estar. No son éstas las voces que quiero oír, y no puedo dejar de pensar que en ésta p...