La química de ella y sus complicaciones.

A ella le gustaba, desde siempre, convencerse de que tenía que ser normal, y querer las cosas que quiere la gente normal, porque siendo como era estaba muy sola, estaba tan sola, tan sola, que pasaba horas hablándole a las sombras de las paredes, pero incluso las sombras acababan por escurrirse debajo de la cama, y al final a ella no le quedaba nada.
Pero verás, aprendió que eso de ser normal es un poco como ser indiferente, a ratos si, pero en el fondo todo da igual, y ella con eso lo único que consiguió, fue quedarse igual de sola que antes, pero que no le importara.
Y es que ella, en el fondo, no quiere ser normal, ni quiere el camino fácil, ni quiere un héroe, y prefiere el agua al alcohol, y un peta a un cigarro, y dar saltos por el camino de baldosas amarillas, a sentarse en la barra de cualquier bar. Elegiría mil veces un abrazo de esos que se clavan, a un beso que le deje los labios secos.
Nunca supo -y poco intentó- ganar al juego ese de ser normal.
Prefiere dales pequeños pedazos de su corazón a la gente que los guarda entre las páginas de un libro, que regalárselo entero y a ciegas a una persona que no sabe cómo regarlo para que no se seque, ni se ahogue.
Prefiere sentir mucho y leve, a sentir poco y tan intenso que le robe el aire, prefiere llorar de soledad a llorar de pena, prefiere vivir triste, pero feliz, a llegar al culmine de la felicidad un segundo y estrellarse al siguiente.
Prefiere brillar, tenue y constante para mariposas, que ver el flash cegador del deseo en los ojos del rock n' roll.
Prefiere reservarse sus sonrisas para la gente triste, a dejarlas desaparecer ante los ojos de quien no las sabe ver.
Prefiere perderse las sonrisas cómplices y las miradas de adoración, y no entender nunca de qué hablan las canciones y los libros de amor, a pasar por todo y sentirlo todo, y acabar viéndolo desaparecer.
A veces fingirá que las cosas le importan, o que no le importan. ¡Y finge tan bien! Nunca sabrás -ni sabrá-qué es real y qué es mentira.
Quería salvarse, no que la salvaran, y se perdió por un momento en una mirada que juró hacerla sentir algo y la dejó pegada como un chicle en la pared de un baño cualquiera.
Quería llegar a lo más alto y se acabó conformando con llegar al estribillo de la canción más triste.
Le vendieron finales de películas palomiteras hasta que se quedó con la cartera vacía y sin tener ni idea de finales, ni de principios.
Nunca le gustó jugar a ser normal, pero su mayor problema fue que tanto le importaba todo, que acabó por dejar de importarse. Y eso terminó por romperla.

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