corrígeme si me equivoco, pero no veo nada que merezca ser salvado


Hay algo que perdonar en todas las personas
dicen,
algo que salvar tras cada desolación,
cada pandemia,
pedazos de diamante ocultos tras los escombros
de cada explosión de odio que siempre va dirigida
hacia las mismas víctimas.
Lo siento, si no puedo sentir pena
por las manos que despluman nuestra salas,
si me falta la bondad necesaria para creer
que en lo más hondo de cada masa de carne y músculo
hay una grieta
por la que se puede colar la luz.
Pido perdón, de corazón, porque en mis sueños,
más veces de las admitidas a una persona cuerda
desmiembro cuerpos con las uñas pintadas de rosa
mordisco a mordisco, les arranco la extremidades
y luego pienso, qué bien me queda la sangre como pintalabios,
y qué buen fertilizante serán sus intestinos,
para la Madre.
Lo siento,
si tengo pocas ganas de dejarme convencer,
de que todo demonio arrastra un pasado triste,
que le pesa en el alma y le turba la mente y le obliga
a hacer daño
a quienes tienen la mala suerte de pensar
que todo demonio arrastra un pasado triste.
Pido disculpas si parezco desinteresada en tu argumento
pero he visto a mi madre agarrarse
su pequeña muñeca de alambre,
y apretarla contra su pecho,
he visto el miedo en sus ojos de bosque,
y todos los animales que habitaban en mi
desapareciendo en el incendio.
Pido perdón, pero no me arrepiento
porque no son ellos quienes se encogen de miedo,
porque no son los pedazos de su mente los que cortan nuestras venas,
ni su sangre la que empapa el suelo,
mientras agonizan rodeados por hienas.
Ojalá pudiera comprender que nos culpen,
por no dejar crecer sus semillas en nuestros campos,
por dejar que la paciencia y la esperanza se congelen
dejando yermos nuestros páramos,
pero el privilegio del perdón,
que se nos reclama sólo a nosotras,
hace mucho que dejamos de tenerlo.

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