A thousand autumns, el slow burn, y el enemies to lovers

 


Tengo la sensación de que el slow burn ya no existe. O, al menos, no existe en las historias que ganan cierta popularidad. Y lo entiendo, nuestros cerebros están cada vez menos capacitados para mantener la atención y el interés fijos en algo si el clímax no llega lo más pronto posible. A mi, personalmente, me gustan las historias que se alargan, soy incapaz de cogerle cariño a personajes que sólo he conocido durante 50 páginas, y mucho menos soy capaz de creerme que dos que se supone que son enemigos se han enamorado en la página 20 y el resto es ellos teniendo hate sex hasta el final.

Y ya puestas, tampoco soy capaz de meterme en una trama que se nota que solo está hecha para que los protagonistas se líen. Es que no puedo, me supera. Dame un buen mundo, dame una trama creíble, déjame ver evolucionar a los personajes, y así, a lo mejor, hasta me emociono cuando les pasen cosas.

Aquí es donde entra A thousand autumns. Es posible que no hayáis oído hablar de esta historia aunque seáis fans del género danmei, porque tiene precisamente las dos cosas que, por lo que sea, no le gustan a la gente: una trama muy densa y un slow burn tan slow que se alarga hasta el último libro. Y, ¿sabéis lo que no tiene? SPICE. Bendita sea Meng Xi Shi.

Breve, brevísima introducción: A thousand autumns es una novela danmei del género wuxia (artes marciales) ambientada en la china antigua. A pesar de ser ficción histórica, se sitúa en un período histórico real, entre las dinastías Norte y Sur, e incorpora elementos históricos reales, lo que hace que tanto la ambientación como las tramas políticas tengan muchísima profundidad.

Un resumen muy cortito: Shen Qiao, el líder de la secta de Xuandu Mountain, es traicionado y, tras perder una pelea, acaba moribundo, ciego y amnésico en la base de la montaña. Ahí le encuentra Yan Wushi, que es el líder de la Secta Demoníaca, y decide llevárselo y engañarle diciéndole que es su maestro, y que Shen Qiao pertenece, también, a la Secta Demoníaca. A partir de aquí, la historia sigue los periplos de Shen Qiao para recuperar la vista, los recuerdos, y su posición, mientras se enfrenta a todo tipo de desgracias.

Después de todo, es fácil mantenerse virtuoso cuando se está en lo más alto de una montaña que roza los cielos. Pero mil otoños de arduo esfuerzo en la tierra empapada en sangre quebrarán a cualquier hombre.

Lo mejor de todo esto, para mi, es que Yan Wushi no tiene ninguna motivación para timar de semejante manera a Shen Qiao más allá de que le parece divertido, y de que quiere demostrar su convicción de que el ser humano es, por naturaleza, malo y egoísta. En general, Yan Wushi como personaje me parece maravilloso porque, aunque sus acciones siempre sean cuestionables, ni él ni la autora las justifican nunca. Simplemente es como es, y hace lo que hace porque quiere, y ya está. Estoy hasta los ovarios de justificar a todo el mundo, así que esto para mi son varios puntos a favor.

Shen Qiao es todo lo contrario a Yan Wushi: es bueno hasta querer darle de ostias. Desde que se cae de la montaña y hasta el final del libro, no paran de traicionarlo y de hacerle todas las putadas posibles, pero él siempre pone la otra mejilla y sigue su camino como el santo iluminado y ser de luz que es. Es frustrante y encantador a la vez, y al final no te queda otra que rendirte y estar ahí deseando que le salgan las cosas bien por una vez.

La relación entre Shen Qiao y Yan Wushi es terrible y maravillosa, me explico: es terrible porque son personas absolutamente opuestas, y Yan Wushi no tiene límites en cuanto a su obsesión por demostrar que ni siquiera una persona como Shen Qiao puede mantenerse pura y buena cuando se enfrenta con la realidad de mierda del mundo. Lo traiciona todo el tiempo, lo intenta matar, lo intenta humillar, lo deja vendido en infinitas situaciones... y Shen Qiao no para de perdonarlo, una y otra vez, porque piensa todo lo contrario: que incluso en los corazones más oscuros, como el de Yan Wushi, puede haber luz. Ambos tienen razón, y ambos se equivocan, obviamente, y de eso va a historia. Y es maravillosa porque el tándem que hacen estos dos, con sus respectivas personalidades tan bien construidas, es una delicia de leer, de verdad, podría leer un libro entero solo de sus conversaciones. Además, ambos tienen sus objetivos, ambos evolucionan y, lo más importante: aunque sus caminos acaben entrelazados, no se necesitan para avanzar en sus respectivas historias.

Ahora, el slow burn: la relación entre estos dos señores se forja a lo largo de la friolera de, nada más  nada menos que cinco libros. Y, además, a lo largo de la historia, hay muchas partes en las que ni siquiera se ven, y está cada uno con su movida, así que no esperéis que su relación sea el hilo conductor de la trama, porque no lo es. Además, el spice ni está ni se le espera, ni es necesario. Lo que hay es una tensión tan bien construida y tan bien gestionada que, cuando los enemies se hacen lovers, tiene todo el sentido del mundo, tanto en tiempos como en desarrollo, y la satisfacción, como lectora que llevas con ellos durante todo ese tiempo, es enorme.

Y ya me callo, porque esto me ha quedado eterno. Pero vamos, que lo que quiero decir es que si echáis de menos el slow burn, como yo, ya estáis tardando x)

PD. Si no os queréis meter con las novelas, porque entiendo que cinco con muchas y echan para atrás, hay un donghua que abarca la primera parte de la historia y es pura fantasía, podéis echarle un ojo AQUÍ.

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Hiromi Kawakami