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Mostrando entradas de enero, 2019

cuando esté de pie frente a La Madre

A veces tengo miedo de que si realmente hay alguien esperando tras la muerte se me juzgue por mi especie. De que mi puesto en la otra vida dependa de las acciones de mis congéneres al igual que aquí, aquellos que son como yo se han creído con derecho a juzgar a otros por las acciones de los suyos. Ojalá no midan mi valía por las pocas veces que esperé algo a cambio sino por las que di todo lo que podía aunque no fuese ni de lejos suficiente. Me aterra pensar que, de pie ante la Madre no sea capaz de mirarla a los ojos, así como no pude mirar a los de todos esos animales a quienes no tuve ni medios ni cojones de salvar. Ojalá no se me juzgue por cada hormiga que maté cuando no comprendía que su vida valía lo mismo que la mía. ¿Es verdad acaso, que no queda nada en nosotros que valga la pena perdonar? ¿Nadie por quien valga la pena pensar que quizá podemos ser la cura y no la enfermedad que terminará por acabar con todo? Ojalá la Madre,...

a mi padre 2.0

Tus ojos parecen dos bolas de cristal opacas y agrietadas cansadas de buscar fantasmas en presentes con sombra de pasado, en futuros de humo y ceniza. Tú, que has sido mi héroe y el aterrador rostro de todos mis demonios con la sangre de mi cordura corriendo siempre por las grietas de tus manos, tus labios siempre a punto de pedir perdón por toda una vida siempre a medio camino, siempre huyendo por el sueño de San Pedro de una realidad que nunca fue capaz de merecer tu atención. Todos los no puedo que cicatrizan en mis palmas, charcos que me enseñan a la niña que una vez tuvo mi rostro. Tú, que has guiado todos mis pasos hacia la dirección contraria a la tuya, mesias de lo invisible, eres ahora esqueleto con huesos de cal. Qué pequeño parece tu cuerpo de golem ahí sentado con la realidad sobre los hombros. Puedo ver la vida escapar por las arrugas de tu piel de tortuga y siento tanto no ser capaz de   coger tu mano y alejarte de la muerte, que es ...

a mi madre, tras el hundimiento

Llegó como siempre, destruyendo realidades niño inconsciente de bolsillos rotos regalando sueños como si fueran bombas en una guerra cuyo único objetivo es arrasar con todo. Se ha despejado el humo y tengo los ojos en llamas, la piel en carne viva y el dolor inconfundible de haber perdido la única carta que me quedaba por jugar. No sé hacia dónde tengo que mirar para que no se ahoguen mis pupilas, tengo las manos sepultadas bajo los escombros que quedan  del camino que una vez me llevó a casa, qué pena me da la vida ahora que no puedo ver el mar. Y de repente llegas tú a calmarme los músculos con el calor de la tierra en la mirada, vienes como siempre, a recoger los pedazos de mí que quedan tras el paso del huracán. Cuando hablo de fuerza hablo de mujeres, y cuando hablo de mujeres hablo de ti, que has cargado con cada uno de mis hundimientos en tus brazos de alambre, y me has puesto de pie tirando de mis huesos de plomo, con tus dedos pluma. Llegó él de su m...